… tiene que ver con la experiencia de vivir y de escribir. Se van retroalimentando.
Siento que no somos tan conscientes de eso, ¿los efectos en un_ de la experiencia de vivir?
Lo que cacho de l_s poetas de mi generación, la gran mayoría comenzó a escribir desde super chic_s, desde la adolescencia. Y claro, eso igual va teniendo un desarrollo, una maduración. Creo que cuando uno publica a los 20 años, no sé si son los mejores, o no sé si sea pertinente usar esas categorías para hablar de esas escrituras, que son estos primeros impulsos, los primeros pasos de querer decir algo, los primeros balbuceos escritos. Buscando, explorando en cosas.
¿Y el libro fue un escape a ese orden?
Yo creo que sí. En mi caso personal, autoedité, autopubliqué mi primer libro con Felipe Caro, un libro doble. Entonces para mí ese primer ejercicio fue hacer un libro entre dos. Me parece un acto, en términos políticos, súper importante. Romper la idea del libro como una cosa de una persona, tan individualista.
Todos los libros que he publicado han sido autopublicaciones. Entonces para mi ese impulso de autogestión es súper relevante. Tomar esa voluntad de decir “voy a hacer del espacio del libro lo que yo quiera hacer”, esa libertad que te da la autopublicación. Cuando publiqué Animales lentos, que es el segundo libro, Ricardo Herrera me dijo a propósito de ese libro, “oye ahí tu hiciste lo que quisiste”, algo así como te tomaste el permiso de hacer lo que querías hacer. Y yo le decía que sí, obvio, que vivimos en una sociedad super controladora, tenemos muchos espacios de nuestra vida que están sumamente controlados y determinados, en donde se espera que uno cumpla o haga ciertas cosas, entonces ¿por qué no hacer del libro ese espacio de libertad?
El espacio de la escritura primero, y después el espacio del libro, que creo que son cosas distintas, pero super relacionadas. También me empecé a hacer esa pregunta ¿qué es para mí un libro? ¿cómo entiendo un libro? ¿Qué es lo que quiero que sea? En ese segundo libro me di el permiso de hacer lo que me daba la gana. Puse muchas imágenes, collages, cosas que estaba haciendo. Trabajo con cuadernos donde voy mezclando imágenes, textos. Vuelvo sobre las mismas imágenes, las amplío, las rayo encima.
Libros que parten de otros lados...
Yo empecé a escribir poesía super chico, de adolescente. El primer libro lo publiqué cerca de los veintiuno, con un tipo de escritura más “tradicional” de lo que se entiende por un poema. Verso libre pero una cosa muy convencional. Después de un tiempo me empezó a quedar chico un poco ese lugar. Me empecé a aburrir, de leer los mismos poemas, de escribir bajo esos mismos formatos. Empecé a darle lugar a otros intereses que tengo, las imágenes, la experimentación textual. Para mi tiene que ver con hacer búsquedas de otras cosas, en ese sentido empecé a mirar más a la poesía visual chilena, de América Latina, conocer otras formas, salir de ciertos convencionalismos, cosas que a mi me parecían medias lateras en términos de estructuras poéticas.
¿Desde dónde exploras esas otras maneras de hacer, de ver, de leer, de relacionarse...?
Siento que esas otras maneras son otros libros, poder acceder a ver otros libros. Específicamente, fotolibros, fanzines, otro tipo de publicaciones. Estas aperturas igual están más en el libro vinculado al campo del arte. Libros de fotos, libros de artistas, artistas visuales que trabajan con el libro como formato de presentación de su obra, que por lo general es netamente visual, en ese campo visual se expande al libro, provocando estos cruces.
Igual hoy día ya existe el campo del libro digital, ya se amplió la noción del libro. Existe en términos simbólicos, en términos del lenguaje y también en la materialidad de lo digital, que también siento que todavía no entendemos muy bien qué es eso, pero ya ese mundo existe. y que claro, permite otras cosas, como archivarlo, moverlo, de poder enviarlo, también de acceder. Así mismo, he podido ver libros que de otra manera hubiese sido impensado, acceder a libros que están en archivos de bibliotecas de otros países que hacen el trabajo de digitalizar sus colecciones.
El libro lo entiendo como una superficie donde uno puede ver un contenido. Mi relación primera con el libro es análoga, una relación táctil con el objeto, visual y táctil. Uno siempre toma los libros con las manos, se van hojeando, tocando. Te lo pones en la cara, y te quedas dormido, todo eso que pasa... el olor del papel. En lo digital se pierden todas esas otras capas sensoriales que tiene el objeto material. O quizás se trasladan a las manos pero en otra función. El click del mouse, o el gesto táctil en el teléfono. Igual estás con las manos, pero en una relación mano-ojo más rápida.
En el libro digital se pierden muchas capas. Por ejemplo, el libro material tiene un momento histórico, de nacimiento. Datados, que año se imprimió, cuantas copias, quién lo hizo, en qué territorio. Va pasando el tiempo y el libro va teniendo su devenir, su vida como objeto en el mundo. Entonces va envejeciendo, lo prestas, se raya, se dobla, se moja. En ese sentido el libro en papel tiene mucha riqueza y posibilidades. Se te puede perder, se te puede quemar, puede desaparecer pero lo puedes trasladar, regalar, puedes construir cosas o espacios con libros. El otro día pensando en esto, me acordaba de la Marta Minujin que tiene estas obras monumentales del Coliseo, espacios arquitectónicos que ella construye con libros.
Son cosas que resuenan, en este caso con esta acción que quiero probar, construir espacios con los libros. El libro como un objeto, una escultura. Ua superficie también, justamente para entrar en una relación, hacer otras cosas con ellos. Porque claro, uno los libros los pone en una estantería, en la pared, o en un mueble, y están ahí, y son activados cuando tu los tocas y los mueves, los trasladas y entran en una relación de contacto contigo, con tu cuerpo, tu piel.
De repente uno medio que se aferra a ideas más románticas, por usar una palabra, o más nostálgicas del libro. Haber nacido en el siglo XX y tener toda esa herencia. Yo creo que así son los cambios sociales, formas que se van transformando. La relación con las tecnologías de escritura, el libro como un objeto de transmisión de conocimiento, de saberes.
Pero claro, vivimos en una sociedad bombardeada de imágenes. Hoy día estamos en las pantallas. El libro ha perdido el protagonismo que tuvo en los siglos anteriores. Ahora estamos escribiendo y leyendo en pantallas, y todo el rato. Nos pegamos un salto a otra superficie, más brillante. En ese sentido el libro es una superficie más opaca, algo en lo que puedes entrar, y la pantalla es una cosa que te tira luz.
Yo igual noto que ha ido cambiando mi relación con la lectura. Hasta hace unos años atrás le dedicaba hartas horas a leer libros, ahora siento que leo videos, películas, youtube, para mi también es una cosa de leer, imágenes…
Interpretar signos, símbolos, códigos, igual que en el libro. En la casa también tenemos teles, hay una lectura visual de las cosas, y todo un mundo visual circundante que se está manifestando todo el rato.
Igual esto es una lectura que hago yo, pero una manta, un textil, es una superficie con símbolos, ponte tú un ñimin, para mi eso ya es una forma de escritura, hasta, un libro. Para mi un libro es eso, una superficie de inscripción de signos. Que en el caso del libro está codificada en la idea de que es impreso en papel y se pliega en páginas, y ese movimiento determina el ritmo de lectura de este objeto.
¿Y el tiempo?
El libro necesita que haya páginas, que haya un tiempo contenido. Porque el libro igual es un proceso, es tiempo. Por ejemplo, hablando de un libro de poesía: escritura, poemas que fueron reuniéndose en un tiempo y que hablan de un tiempo, de un proceso de escribir, y que después lo puedes tú navegar en una temporalidad ¿cachai? o sea, tú lees en un tiempo, te puedes leer un libro en una hora, y esta lectura también ocurre en una dimensión temporal. Entonces claro, hay libros más cortos, más largos, la relación espacio-tiempo…
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La escuela como institución más que buscar la generación de conocimientos o pensamiento crítico o qué sé yo, es una institución que busca generar individuos homogéneos, una institución uniformizadora. Todavía existe el uniforme y toda esa idea de igualar singularidades, puras diferencias que quieren encajar en la sala de clases. Y en este sentido, los libros escolares que se piensan son muy lógicos y coherentes con esas ideas. Entonces para que existan otros libros escolares o que aborden esos temas, tiene que haber un cambio también desde el sistema escolar…
Tendríamos que pensar en una cosa más ¿creativa? ¿que aporte en algo?. Yo me pregunto hoy día ¿se usarán los libros escolares?. Entonces quizás hay que replantear el asunto. Quizás cosas más cortas, folletos, una colección de revistillas, algo más ad-hoc con los códigos de hoy día. Ahí el diseño editorial creo que puede tener mucho que poder decir y hacer.
¿Y cómo ves esto del diseño editorial?
Cada vez he ido entendiendo más que yo he tenido desde super chico una práctica editorial. Muy de chico empecé a sacar fanzines y cosas que hacía yo. Muy de estar rodeado de libros, me gustaban de muy chico, y empecé cosas de aburrido. Ahora, mirando para atrás entiendo que había un interés por la composición entre las imágenes y las tipografías, y las palabras. Poco a poco he ido entendiendo que eso tenía que ver con el campo de lo gráfico y del diseño, de la composición, y poco a poco también me he ido metiendo, aprendiendo ahora a utilizar ciertos softwares de imagen y diseño editorial, herramientas que me han ido ayudando a tener otras posibilidades de composición.
¿Y cambia la mirada, en ese tránsito entre ese trabajo anterior más análogo y este otro espacio de acción más digitalizado?
Yo creo que cambian las posibilidades. Porque lo análogo te permite ciertas cosas y lo digital otras. Siento que coexisten. Uno va aprendiendo en el camino, descubriendo, con todos estos juegos, ejercicios de composición que voy haciendo en mi cuaderno. Ahí voy jugando y mezclando. A veces parto directamente desde lo digital, pero también con materiales análogos digitalizados en scanner.
Y en este gesto de ampliar ¿que hay ahí?
Poder entrar en la imagen, en su materialidad. Por ejemplo en Animales Lentos la portada es un zoom a unas tramas de ruido blanco de unas teles a las que les tomé unas fotos y esas fotos las fui ampliando y ampliando, entrando al pixel, llegando un poco al esqueleto de la imagen.
Esto de los pixeles es algo que me interesa. Me remite a un tejido, ver al pixel como un tejido, como una malla. Lo que te contaba antes del textil, esta relación textil, texto, pixel. Son cosas medio parecidas, están en un campo familiar.
Un trazo largo desde el textil al pixel...
Y yo creo que todavía estamos muy en pañales, sobre la marcha, sobre la ola de ese cambio. Todavía nos falta un poco más de recorrido para poder entender todo lo que implica este cambio. Esta misma pregunta sobre qué va a pasar con los libros, que vamos a hacer con libros, con la escritura, qué otros nuevos significados va a ir tomando, qué otros espacios, qué otros soportes. Siento que en ese sentido en este momento la utopía del libro está en crisis. O estas prácticas de las lecturas del libro, la importancia del libro, hoy se transforma en una cosa media añeja ya, o por lo menos, sobre ciertos libros, o ciertos tipos de relación forma-contenido. Yo creo que el formato, el soporte del libro es una cuestión muy bacán, ofrece muchas posibilidades, pero claro, hay ciertos formatos que siento que hay que ir replanteándose, que ya están medio obsoletos. Son cosas que hay que ir investigando, cachar cómo han ido cambiando los usos. Son fenómenos complejos.
¿Sigue siendo un objeto emancipador?
Yo creo que sí, ese pulso sigue estando en el libro. Hay libros que me abrieron otros mundos. Literal. Que amplían las posibilidades de poder imaginar otras cosas. O libros que te dan ideas, “nunca se me habría ocurrido”...
¿cómo piensas que estamos llegando a esas constataciones hoy?
Creo que quizás los libros van teniendo menos público, se va volviendo una cosa no tan masiva, como la música o lo audiovisual, o no sé, otras cosas. Pero sí hay un público, ahora si es masivo o menos masivo da lo mismo. Hay público, y hay interés. Hay ferias de libros, cada cierto tiempo van saliendo nuevos espacios editoriales, gente que se junta y empieza a sacar sus libros. Siempre hay gente que está interesada por crear y también mucho de lo que veo son autoediciones. Yo creo que se lee pero igual es difícil competir con las pantallas. Hoy día estamos en una sociedad que te ofrece mucho de eso, por eso también pienso que el libro es una manera de escapar a eso. A esa invasión, a ese régimen de la imagen audiovisual.
Siento que específicamente los celulares, ese dispositivo, es un lugar del que hay que intentar escapar, porque te atrapa. En ese sentido, la inteligencia, el control, igual de alguna manera quiere que no estemos en estos espacios de diálogo, de cuestionamiento. Gana si tu estas en la pantalla del teléfono, metido en el insta. Entonces creo que el libro es una resistencia y un escape a esos regímenes de control del teléfono, del tiempo que estas leyendo en el celu. Si igual podrías estar leyendo eso en, no sé, un diario, o en una revista, si fuese tal vez fácil poder acceder ella, en un diseño bacán, que fuera atractiva. Tan atractiva como lo es la pantalla. Y fácil, porque tienes el teléfono, tocas la pantalla y empiezas a leer imágenes y videos. No tienes ni que moverte para salir a buscar esa revista, o ese libro. Una accesibilidad a contenidos gráficos visuales muy fácil desde el teléfono. Todo eso ya está ahí, editoriales, diarios y cuestiones análogas van cerrando y van pasando al espacio digital. O librerías que no tienen librería física pero sí digital, puedes ver el catálogo y lo compras online.
Todo esto porque el mundo hoy día está ya así. Cada vez más tendiente a una desmaterialización, o en internet. Pero no todo es eso, no todo el mundo es eso. Igual hay que resistirse a esa idea, igual es un régimen. Por eso en Temuko, en este territorio Mapuche, sería bueno cachar que se está haciendo en torno al libro. El Mapudungun es un idioma que se está escribiendo hace relativamente poco de manera más masiva y sistematizada, entonces ya ahí se han producido libros. Entonces sería bueno cachar como una sociedad que se está planteando la recuperación territorial, la autonomía, siento que sería interesante saber que se está pensando en esos espacios en torno al libro. Al libro como espacio, como soporte, que también carga con toda una herencia occidental, europea, pero donde también hoy día ya hay libros en mapudungun. Esto para mí acá, desde este territorio, es muy relevante. Pensar que ahí también pueden aparecer nuevas lecturas o nuevos sentidos de lo que puede llegar a ser un libro.
¿Y sobre la poesía? ¿Cómo ves la poesía en este espacio hiperdigitalizado?
También creo que hay toda una expansión. Sobre todo en términos de lo visual, la poesía visual, la poesía concreta, los caligramas. Creo que hoy día hay medios para poder producir experiencias en torno a eso. Establecer otras relaciones espaciales, con las palabras.
Hay mucha gente que pone sus poesías en redes sociales. Siento que las redes sociales no son el mejor lugar para poner ese tipo de contenidos. Porque entra en una relación de pérdida de valor, yo siento, un valor de producción. Siento que entra en el mismo espacio de valor que otros contenidos, en una tómbola. Ponte tú, te metes a instagram y aparece la foto de un loco mostrando los músculos, bajas y hay otra foto, y ya, el poema. Un poema. y después, un gatito. Y luego un meme. Para mi de repente hay mucho contenido quizás sin tanto valor. Entonces ahí no sé si es el mejor lugar para poner una creación.
Pero claro, las redes sociales siento que es para otra cosa. Ahí entra todo esto del ego, la sobreexposición de tu imagen, o una ficción de tu imagen personal, y los me gusta. Y también para difundir tus cosas, igual tiene muchos usos. Y en ese sentido, creo que también el libro es un espacio que permite poner en valor tu creación, o tus textos, tus imágenes, más que una red social. En la red social lo pierde, o se desvaloriza. El libro como un espacio que se construye para que tu tengas una experiencia estética, en un lugar mejor preparado. Para esto es vital la experiencia directa, y el libro es una experiencia directa. Es una cosa también más íntima, del cuerpo con la materia.