… ¿dices que el libro es como un acto de consumo?
Si, creo que sí, consumo cultural…
¿En qué se diferencia al consumo de una película?
Yo creo que no se diferencia mucho en nada, o sea, las películas son imágenes no más. Yo creo que la única característica que se puede decir del libro, aparte de su decodificación, que lo puede tener cualquier texto, ¿es el signo lingüístico quizás? Aunque claro, esto puede diferenciar a un libro, de un álbum de fotos…
Estoy pensando en los libros en blanco, con páginas en blanco, o con páginas todas negras. Pero creo que no tiene que ver con el soporte, necesariamente, o no es eso. Claro, porque uno lee otros dispositivos que también son libros. Yo he leído hartos libros digitales. No tengo la maquinita pero alguna vez la tuve, y sí, uno lee esos libros también, pasa las páginas, todo lo mismo. Yo no soy de esos románticos del libro, que les gustan los libros viejos.
Quizás lo que instala el libro es una memoria. Quizás uno no puede decir que algo es un libro hoy día, pero si pasa el tiempo quizás sí, “mira, esto es un libro”. Los diarios de vida, por ejemplo. L_s escritor_s escriben harto diario, yo no. Pero claro, son como cuadernos. Típico que pasa que algún escritor se muere y hay que publicar todo, y empiezan a revisar todo, los cuadernos, y eso se publica como libro finalmente, muchas cosas que no eran necesariamente libros. Los últimos libros de Bolaño eran unos esbozos o borradores que tenía por ahí escondidos en unas hojas.
El inicio de cualquier cosa…
Claro. Y eso se llevó a imprenta, y claro, hubo un editor que hizo una selección, que puso cosas, que sacó cosas. Y se publicó como libro. Algo que no estaba pensado para ser libro, que eran solo apuntes.
Entonces por eso yo creo que con el tiempo quizás, todo puede ser un poco libro. Todo lo que guarde un poco la memoria, porque yo pensaba esto de ¿un álbum de fotos en qué se diferencia a un libro? si hay como una codificación, una memoria guardada. Pero claro, yo trabajo con palabras, o por lo menos eso siempre lo he pensado así, tampoco me lo he cuestionado mucho cuando me toca escribir algo, porque mi trabajo son las palabras. Mi trabajo es generar sentido a través de la unión de las palabras ¿cachai? generar campos de significado a través de la unión de las palabras, de esas exactas palabras, porque si uno elige otras palabras, estaría siendo ya otro el sentido.
Si yo saco un artículo cambia todo el sentido de la frase, y estaría generando otro significado. Entonces yo siempre me planteo así cuando tengo que abordar un escrito. Pero nunca pensé ¿esto es un libro o no? Porque uno escribe un texto, y cuando el texto está ya avanzado uno dice “ah ya, esto es un libro”, antes no. Sí, porque uno ha escrito hartas cosas que no llegan a nada, poemas sueltos, diarios sueltos, como los mismos apuntes de Bolaño, inicios de cuentos que no llegan a nada, novelas inconclusas que quedaron ahí… pero eso no es un libro, es lo que quedó.
A mi me pasa que cuando estoy escribiendo, y ya he avanzado un poco y como que encontré el tono de la escritura, de repente digo “aquí tengo un libro”. No siempre me pasa, por eso a veces uno deja todo como a medias también. Tengo varias cosas como a medias, porque no me pasó, y ya no me pasó. Como que escribí cincuenta páginas, y no llegué al tono, ya no me pasó, “esto no es un libro”, y se quedaba por ahí. Pero siempre guardo, yo nunca borro nada.
¿Pero es una operación racional?
Sabes que no sé, yo creo que es más emocional el decir “aquí hay algo que no funciona, no cuajó”. Y a veces en vez de retomarlo y arreglarlo uno prefiere empezar otra cuestión, todo de nuevo, a pesar de que lo guardas. Yo siento que la primera dificultad cuando uno escribe es saber que vas a terminar lo que vas a hacer. A mi me cuesta harto saber que voy a escribir un libro que voy a ser capaz de terminarlo, porque es un trabajo silencioso, de años. Entonces llega el momento en que digo “sí, aquí sí hay un libro, y aquí sí lo voy a terminar”. Es como que ves la luz, pero a veces no la ves. Pasan como cincuenta páginas, sesenta páginas y uno dice “no, ya no, esto no prendió, no va a ser un libro, no por ahora”.
Es como una caída física, anímica del material…
Sí, es como una caída, pero siempre está como la posibilidad…
¿Has hecho ese ejercicio de retomar?
Sí, me acuerdo que una vez escribí una novela que no alcancé a terminar, y ya había escrito hartas páginas, como cien, pero no la terminé. Sentí que al final no iba para ningún lado, habían páginas que estaban muy demás, pero finalmente dije igual puedo hacer algo con este material. Tomé solo el tono y escribí un cuento. Lo escribí desde cero, pero tomando el argumento de la novela, bien a fondo si, que era una amistad masculina y un asesinato. Entonces tomé esos elementos y dije voy a escribir lo mismo pero de otra forma. Bukowski hacía un poco eso, escribía como cinco cuentos con el mismo argumento. A veces también no hay tanto nuevo que contar.
Y la relación con otr_s sujet_s respecto al libro en su producción ¿cómo lo ves, como es tu relación?
Hay escritor_s que se preocupan de todo eso, de la diagramación, de la portada, con ideas muy definidas de lo que quieren o no. Pero sabes que yo no me preocupo mucho de eso, siento que tampoco es mi pega. Me pasó la última vez que trabajé con Cagtén, y ellos sí que estaban como muy interesados en mi opinión, y yo se la daba. Incluso me mandaron propuestas de portada, y la portada que fue finalmente al libro la elegí yo. Pero yo me preocupo más de los puntos y las comas que de eso. Y cuando leo también.
Yo no soy de los que “ah, esta portada me gusta” o “este libro esta muy bello como objeto, lo voy a comprar”. Podrá ser muy bello, pero no. A mi me importa la escritura, más que otra cosa. Por ejemplo una escritora que me gusta mucho, Marguerite Duras, puede ser muy fea la portada, estar muy viejo, pero lo voy a comprar igual. Y la emoción que te genera un texto, un buen texto es como a nivel individual. Puede que yo me emocione con tal escritora, pero otra persona que lea el mismo libro puede que no le pase nada. Esa afectación que uno recibe es lo que siento que uno busca, porque cuando uno escribe igual trata de generar una cierta emoción, cualquiera que esta sea.
Entonces yo siento que el lector para generar alguna emoción tiene que tener una cierta identificación con lo que está leyendo, y esa preocupación, creo yo, es como de índole más individual. Pero claro, pueden haber veinte personas que se emocionen con el mismo libro, y veinte que no. Alguna vez se lo escuché a un escritor, “un encuentro de dos solitarios”, el que escribe y el que lee. Yo creo un poco eso.
¿has tenido que diseñar alguna vez libros que no te han gustado?
Algunas veces...
¿Y qué tal?
Siento que uno entra como a funcionar no más. El material se me transforma en mancha, en donde me importa más el espacio vacío que el lleno, tal vez porque lo que no hay es lo que necesita ser diseñado, y lo que ya hay a uno no le llena. Así como tu preocupación por los puntos y las comas, yo ando mirando siempre esa relación de espacios vacíos, contraformas, quizás cuando no me gusta algo, es mas intensa esa fijación, como un escape...
Sabes que nunca lo había pensado así. Cuando yo voy uniendo una palabra con otra palabra me preocupo en la sonoridad. María Luisa Bombal decía esto de que la escritura sea un poco como una marea, que te vaya envolviendo. Entonces trato de generar ese efecto rítmico, que es lo que te decía antes como el tono, que vaya fluyendo a través de la sonoridad. Entonces yo cuido harto las cacofonías, rimas que no deberían rimar, pero nunca lo había pensado desde un aspecto visual. Cuando escribo pienso en no usar tantos conectores, o poner tres monosílabos seguidos, dos palabras agudas seguidas...
¿Y son reglas autoimpuestas?
Sí, son reglas autoimpuestas. Hay reglas también sintácticas, pero que a veces sí y a veces no. Por ejemplo no abusar de las palabras terminadas en mente, no utilizar un de antes de un que, el dequeísmo, “de que estaba…”. Sintácticamente está malo pero literariamente puede funcionar, entonces eso queda a criterio de uno; o empezar dos palabras seguidas con la misma letra, pasa mucho con las palabras con erre, que de repente no suenan tan bien, y te van generando más ripios que una fluidez verbal. Tratar como de achicarlo todo.
¿Y ese proceso lo vas verbalizando, vocalizándolo, o ese ritmo se siente en la escritura, vas leyendo y cachando estas cosas?
No en voz alta. Pero si mentalmente uno va leyendo, y de ahí borrando.
Y el traspaso luego a ese ejercicio de la declamación ¿te gusta?
No me gusta, lo hago porque hay que hacerlo. Lo encuentro divertido no más, son excusas para juntarse. De repente ver a l_s amig_s que uno no ve en mucho tiempo y se juntan tod_s a leer. A veces con amig_s que se juntan y ya en la noche empiezan a leer, y hay que darles una opinión. A mi no me gusta mucho eso, porque en la noche uno ya no piensa tanto. Prefiero que me manden el texto y yo lo leo tranquilamente en mi casa y de ahí mando la opinión.
Las lecturas en los bares son entretenidas porque como que nadie te pesca, eso me gusta. La gente se va a fumar un cigarro afuera y quedan l_s poetas leyendo sol_s, lo encuentro divertido. Lo entiendo, porque yo igual lo hago. Porque cuando voy a un bar y hay música en vivo yo igual salgo, y entro después.
¿Hay un mito de la Araucanía o Temuko, territorio, ciudad de poetas? ¿lo ves?
Como que hay muchas ciudades que se dicen ser ciudades de poetas, en todos los países. Creo que somos distintos y parecidos a otros territorios. Cada territorio tiene sus propias batallas. En este sentido la literatura nunca es desideologizada, siempre de alguna forma u otra te va a espejar, no sé si los dolores, pero si lo que acontece en un pueblo o una región.
Recuerdo Polonia después de la segunda guerra mundial, un territorio absolutamente destrozado, y aparecieron poetas. Una poeta que me gusta mucho, Szymborska, escribió sobre la guerra, la vida después de la guerra, como vivir en un territorio completamente arrasado y destruído. La literatura siempre se hace cargo de esas cosas. Entonces claro, aquí la literatura tiene ciertas características, características que tiene el territorio, invasiones, colonizaciones, y todo eso.
Pero también, no sé, tú ves en Inglaterra, la literatura poscolonial que se hace allá, que básicamente es un poco lo mismo, porque hablan también de invasiones, de territorios, de migraciones. En Estados Unidos, que uno dice ¿qué tendrán que decir al respecto? pero hay escritores que tratan las tensiones interétnicas. O sea, la identidad territorial y el poder es un tema super universal.
Uno dice ¿qué tiene que ver Shakespeare con Temuko?, y es cosa que uno lea El Rey Lear, Ricardo III, o cosas más actuales como Medida por medida. Shakespeare habla del poder, cómo se manifiesta, cómo se lucha, los entresijos que tiene, y eso es algo reuniversal también. Yo creo que un buen escritor es capaz de penetrar el corazón humano, donde esté ese corazón. Por ejemplo, me gusta mucho la literatura japonesa ¿pero qué tiene que ver Japón con Temuko? Bueno, yo creo que tienen harto que ver, no sé bien en qué, pero tiene que haber algo que de alguna forma crea esas conexiones con esas escrituras.
¿Qué piensas sobre el ejercicio de la lectura?
Partiría de la base de que la lectura siempre es marginal. No sé cuales son los índices de lectura, pero siempre se dice que l_s chilen_s leen un libro al año ¿algo así? Y yo digo ¿quiénes son? porque con la gente que yo me relaciono lee mucho, pero claro, uno entiende que eso no es Chile ni el universo, y uno entiende que eso es también marginal, que la gente que lee libros es muy poca, y la gente que escribe los libros es la misma que lee los libros, que es muy muy muy poca. Así que no creo que se pierda mucho a nivel social, porque en realidad la gente ya no lee mucho libros, y quizás nunca ha leído muchos libros.
Podemos ver sí hoy que la gente lee más Facebook, y si esa es lectura o no, es otra discusión que me parece rebuena, porque a veces se dice que la gente no lee nada, y yo siento que la gente igual está leyendo copuchas por redes sociales todo el día.
Yo no sé si leer te hace mejor persona, pero sí leer te genera, te da ciertas herramientas. Desde el lenguaje hasta la imaginación. No sé si eso te hará mejor o peor persona, depende de quién la ocupe yo creo, porque siempre te ponen como ejemplos que habían grandes criminales que eran grandes lectores. Pero sí, yo creo que la gente que lee más tiene más imaginación y la que lee menos tiene menos. Ahora, yo no sé si eso es bueno o malo, es inevitable diría yo más bien, y no me parece necesariamente malo tampoco.
¿Ves equivalencias entre la publicación de un libro, o poemas en internet y un libro en papel?
Yo creo que sí. Ahora claro, entiendo que para que el libro sea libro debe ser estandarizado, y a uno le exigen el ISBN y un montón de cuestiones que uno no sabe mucho que existen. Después tiene que aprender uno en el camino qué es el ISBN, o el registro de propiedad intelectual, que siempre yo pensé que eran lo mismo, y un día me enteré que no, que eran diferentes. Entonces entiendo que si una persona quiere escribir, y quiere que de alguna forma su literatura trascienda, no es lo mismo que la instantaneidad de Facebook. Me refiero a la intencionalidad de la persona, porque claro después el libro queda, como un objeto de memoria, puede quedar en una biblioteca, por ejemplo.
En el caso de la virtualidad, puede trascender también, como también puede que un libro que esté en la biblioteca no trascienda, guardado dos mil años y no lo lea nadie. Y pasa. Y hay poemas de Facebook que tienen calidad literaria, que pueden estar bien escritos. Igual es bien difícil conceptualizar eso, pero si los poemas de Facebook logran traspasar el tiempo van a quedar, pueden quedar, no sé si como libro, no se si se le llamará a eso libro, yo creo que no. De repente he conocido gente que escribe poemas en Facebook.
En lo digital como que las cosas están vivas electrónicamente, con un potencial de edición infinito. En el libro en papel esto es medio distinto...
Si, pero siento que eso es como para el autor no más. Claro, el libro se fija y queda ahí, pero cuando alguien lo abre es una relación química otra, pasa otra cosa. Lo abre en cincuenta años más otra persona, y químicamente es otra. No veo al libro como una estructura fija. Octavio Paz decía esto de que el libro se congela y se descongela, yo escribo algo y lo congelo, queda ahí, y puede estar mucho tiempo congelado. Pero ya viene el lector, y lo descongela.
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Siento que después de la pandemia ya no hay tantas diferencias entre las personas y las máquinas, o esa diferencia que había entre vida y vida virtual como que ya no existe, como que ya se unió, se fundió todo. Una vez vi a una señora que estaba en una plaza, en el estadio. Estaba con su pareja, un señor ya de edad. Entonces le dijo “tómame una foto, la quiero para instagram”, algo así. Y el señor lo hizo. Le costó, estuvieron harto rato tomando fotos. Y yo pensaba, como que la vida se detiene para capturar una imagen para ¿ponerla en la otra vida, virtual?, pero pensaba ¿la vida se detiene o no? Porque claro, la señora estaba posando, posó harto rato, en vez de caminar o no sé, estaba detenida, como en un suspenso, para lograr la buena toma para la otra vida.
Y esto lo pensaba en base a una frase de Diamela Eltit que decía que escribía porque sentía que la vida era muy burocrática, y la escritura era su espacio de libertad. Pero también sentía que cuando ella escribía su vida se detenía. En ese momento entiendo no estaba funcionando, ni trabajando. Toda esa vida se detenía, pero yo tampoco creo que se detenga, porque el soporte que se genera en la escritura es también de vida, en cierto sentido, no en todos los sentidos.
Tengo como una relación contradictoria. No sé cuando empieza la máquina, la prótesis, o termina el trabajo, propiamente tal. Yo trabajo con palabras escritas, porque yo tampoco pudiese decirlo hablando, y para generar esas palabras escritas necesito sí o sí la máquina: computador, máquina de escribir, lápiz.
Porque claro, a veces uno dice “yo trabajo con palabras, trabajo con la mente”. Sí, de cierta forma sí, pero no solo eso, como que la máquina es inherente, y uno la invisibiliza, y uno dice “para escribir solo necesito mi cabeza, mi imaginación, mi memoria”, que "los soportes de la escritura son la memoria, la imaginación, la historia", pero quizás al final el soporte más importante es la máquina, el computador, si no yo no podría hacer nada en realidad.
Esto del computador yo no lo había pensado nunca, uno lo da como por sentado, el soporte máquina uno no lo ve siento yo, porque claro, en realidad un libro es producto de algo, y uno cree que es producto de uno, porque uno lo escribe. Pero para que uno escriba libros existió la literatura antes que tú, existió la imprenta antes que tú, toda la gente que escribe es porque leyó, entonces a pesar de que uno dice que es un trabajo individual, quizás no es así.
¿Y se necesitan esos vestigios humanos para la creación de un libro? ese ser que tuvo sus conflictos, que vivió el tiempo de una manera particular, que se fijó en ciertas cosas, que imaginó... hoy día igual ya existen máquinas con potencial de escritura autónoma...
¿Sabes lo que tiene la máquina? es muy lógica, y la literatura no funciona así, en la lógica, por eso creo que van a seguir existiendo l_s escritor_s. No creo que esa pega pueda ser reemplazada por la máquina. Siento que hay libros que se han escrito hace tanto tiempo y se siguen leyendo, y siento que en cien años más se va a seguir leyendo Anna Karenina y alguien se va a emocionar con ese libro igual, y yo no sé si ese libro lo pudiese haber escrito una máquina, porque la máquina parte de lo lógico, y los libros no siguen esa secuencia necesariamente, porque a través de los libros ¿conectas con la gente, o con los sentimientos, con la emocionalidad de la gente? y los contextos repercuten en la psicología de la gente, y no sé si eso lo podrá hacer la máquina.
La literatura no tiene un fin tan higienizante, como tan bien pensado, partir de la base de que la gente que hace literatura no es tan buena. Porque claro, si tu quieres describir como la maldad o ciertas cosas, no puedes partir de buenas intenciones, “con este libro voy a ser un aporte a la paz”, te produce un libro fome, plano. La Margareth Atwood decía por los años sesenta que quería escribir personajes femeninos perfectos, una mujer feminista, empoderada, pero decía al final, esto no es verdad, porque los personajes necesitan tener una dosis de maldad, como las personas. Sus dobleces. Esos personajes perfectos hacen pésima literatura, y me da la impresión que la máquina parte desde ahí, quizás la máquina no tiene la maldad de las personas, entonces no puede generar eso…
Quizás tampoco puede mezclar sentimientos, o esos estados emocionales medios fronterizos que tenemos los humanos, que no es ni uno ni otro...
Quizás no capta las honduras de las personas.
¿Crees que la literatura tiene un objetivo?
Esta es una cuestión que siempre ronda ¿cuál es el fin social de la literatura, cuál es el rol de l_s escritor_s? son preguntas que siempre están ahí, y siento que son preguntas que igual te interpelan un poco, porque es como ¿de qué sirve lo que tú haces? y uno en realidad como que no sabe muy bien, o por lo menos yo no sé. Creo que la literatura de cierta forma se necesita, pero no le veo un fin.