… para mí ha significado una forma de pensar las visualidades en ese sentido. Es también considerar el libro como una especie de curatoría, donde tu puedes disponer las imágenes. Si vas a una galería, dispones con un orden las imágenes, con una lectura detrás. Un libro también lo considero en ese sentido así. Una especie de exposición.
¿Más que como una película?
Creo que igual toma hartos aspectos, porque me influye mucho el cine también, el tema de las representaciones. La forma de construir un libro visualmente tiene un concepto detrás. Conceptos que yo trabajo y que para mi son esenciales. Por ejemplo, puede haber una imagen dispuesta al revés en una página y hay un sentido detrás…
Yo intento ser muy cuidadosa de expresar un estilo que me represente, y que también esté representando lo que estoy leyendo. Es lo que pienso: sería muy colonial de mi parte tratar de acoplar un dibujo, así queriendo que aparezca simbólicamente esto de esta manera. Pienso también en términos horizontales los dibujos, cuál puede ser mi aporte para esto. El último trabajo que hicimos fue con Manuel Oliva, antropólogo, y él estaba muy impregnado con el tema de las texturas, y lo asoció siempre al caminar. Entonces le propuse trabajar con texturas, que tengan presente el elemento tierra. Y ahí surgió toda una narrativa, una poética muy interesante en torno al empaste con tierra, él hablaba mucho de los atardeceres, el brillo del sol, los tonos dorados.
Entonces ahí se van configurando entre las temporalidades y las memorias. Y claro, sonó bien, porque tenía todo un hilo conductor por detrás. Muchas veces los escritores van con la idea de, no sé, “quiero que aparezca un pájaro porque en el poema dice que hay un pájaro”, y no, con tantos símbolos que podemos incorporar: fotocopiemos una pluma, o intervengamos y empastemos, por ejemplo. La imagen tiene poder, hay una poética detrás que me interesa siempre relevar en el ejercicio visual.
¿Cómo ves el mundo de las editoriales acá en Temuko?
El mundo editorial está en un momento, y sobre todo aquí en la comuna de Temuko. Se está saliendo, descentralizándose un poco del contexto de Santiago como gran polo. Debe ser también por un contexto de pandemia. El proceso creativo se instala como una necesidad, tanto de escritor_s como de l_s artesan_s del libro, por así decirlo, porque la mayoría está funcionando como una especie de plataforma para el espacio de la poesía dentro de l_s jóvenes, lo que también es una necesidad dentro del contexto regional, una cosa que está imbricada y hay mucha en la región.
¿Tendrá que ver también con Internet?
También. Porque también es un espacio de compartires. Y en ese marco funcionan muchas de las editoriales independientes. Es un fenómeno súper interesante de analizar, porque también es el concepto artesanal lo que está detrás. Igual lo asocio a la necesidad de expresión. La pandemia en ese sentido nos vino a cohibir, a ensimismar, a no dejarnos salir del espacio, y resulta que la gente ya no se puede quedar más con eso y ahí hay que expresarse de alguna manera, como con el ejercicio de la escritura.
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Me cuesta entender la subordinación de la imagen al texto. Yo puedo leer la poesía y hacer mi interpretación de cómo lo percibo, pero también esa imagen va a ser un poema aparte. Entonces pasas a tener un poema que es el escrito que tiene una lectura, y otra visión poética que está en las imágenes.
¿Has diagramado alguna vez estos dibujos preparados para un libro, sin los textos, sólo con los dibujos hechos para la obra?
Tengo mis bitácoras personales, pero al momento de proponerlo ante editores es “no, tiene que ir el texto con la imagen”. Hay una limitante ahí. Imagínate: yo pienso mis libros como una construcción de puras imágenes, sin sentido, por último. Y composiciones y ubicaciones que están fuera del contexto del libro común y corriente. Pueden haber páginas en blanco, o puede haber una mancha ¿por qué no?
¿Y un libro solo con hojas en blanco, sigue siendo un libro?
Para mí sí. Porque es silencio, silencio intervenido. Pensar otras alternativas de libros. Pensar en otro idioma, crear nuevos códigos para un libro. Pese a la forma institucional, cuadradito, compaginado, una podría hacer el esfuerzo de resignificar ese orden y atribuirlo a otro formato. O ¿por qué pensamos en formatos?
¿has experimentado con otros formatos?
Sí, libros objetos. Mucha construcción de libro objeto. A mi me gusta recolectar mucho, voy construyendo libros así. Es un poco difícil de pensarlo pero van apilados y por ejemplo, páginas pueden contener muchas hojas, flores secas, restos de plumas, cosas que encuentro novedosas, o voy amarrando hilos y voy cosiendo entre ellas, así una cosa muy extraña, que uno los ve y no tienen patas ni cabeza ni sentido alguno, pero pasan a ser espacios del recuerdo. Tengo diferentes tamaños, algunos muy miniatura, que yo misma coso, enrollo. Es remitirse a la sensación, es bien sensitivo en ese sentido porque también incorporan texturas. Yo soy fanática de las texturas, me preocupo de que incluso hasta de los aromas ¿por qué no pensar un formato de libro que piense en aromas? Por esto mi fascinación de ir recolectando, de ir tiñendo, el empaste, crear pequeñas composiciones de paisajes.
¿Qué pasa cuando te encuentras con uno de tus libros objetos?
Es un ejercicio de rememorar, de lo sensitivo. Es ahí donde un libro a mi se me ancla como un espacio de recuerdo, un espacio de memoria. Ahora si piensas ¿cómo recreo eso? no se puede, es único, no hay forma de poder reproducirlo. Podría ser escaneado, en alta resolución, pero no está el espacio de la textura, a menos que yo me pusiera a trabajar la textura y la sensación de que eso es propiamente arena, por ejemplo, o pasto seco. Incluso si te traigo uno acá, es muy posible que se me desarme, pero para mi también es interesante ese ejercicio de ir reconstruyendo, reparándolo, el ejercicio de reparar es muy bonito. Y lo hago de repente cuando estoy sola, cuando tengo tiempo reviso mis trabajos y voy recolectando lo que había dejado de lado y que no había considerado. tengo muchos libros así. Ahora que lo digo, ni siquiera les llamaría libros ¿sabes?
¿Por qué no?
Mira si es una cuestión muy estereotipada, porque lo asocio automáticamente, como lo voy hojeando ¿Cómo lo podría llamar? ¿Cosa? una cosa. ¿Qué es esa cosa? Pásame esa cosa… El deterioro hace que se vayan perdiendo elementos que para mi en algún momento fueron, y que de repente lo abro y ya no están porque se perdieron en algún movimiento que habré hecho con ellos, o simplemente se deterioran, se pudren, se secan, tienen hongos, o material para el fuego directamente.
Creo que tienen relación con el espacio que habito también. Mi infancia transitó dentro del campo, al lado del río. Objeto que veía novedoso era para recolectarlo, cosas así: cáscaras, piedras, hojas. Siempre ha estado presente lo orgánico y lo natural. Lo precario, lo que nadie se percata que existe. Es algo muy afectivo, yo tengo mucho cariño por esos espacios. Básicamente me han construido a mí como una persona. Es atesorar eso, no querer olvidarlo.
¿Y cómo vives esta inevitable inmersión en lo digital?
¿Será que lo digital perpetúa todo esto un poco, nos ayuda a posicionar la atemporalidad, o no? Por ejemplo, si yo escaneo uno de mis libros ¿eso me permitirá rememorar?. Porque cuando uno crea o inventa algo está la posibilidad de que derechamente se deteriore y desaparezca. En el fondo mis intentos son para que eso no ocurra. Lo digital a lo mejor me proporcionaría la posibilidad de que se extendiera un poco más en el tiempo ¿digital, virtual? ¿pero generaría lo mismo? ¿impactaría a alguien de la misma manera como cuando yo lo hice, por ejemplo? Es un espacio de tensión igual.
Por eso para mí los libros en formatos tradicionales, rectangulares tienen un uso exclusivo que es acceder al libro con el objeto de estereotipadamente leer lo que hay ahí. Cuando uno inventa, estas cosas que hago yo ¿que estás viendo, qué estás tocando, qué estás sintiendo, qué aromas estás percibiendo? Es una manifestación de algo. No pasa así con la formalidad del libro tradicional.
Lo más cercano que he hecho a un libro es recolectar cartones y derechamente pegar, coser. Y dentro, en el interior están todos estos objetos pegados, mal pegados, acoplados: notas, boletas de supermercado, cajas de fósforos como espacios secretos. La sensación que me pasa cuando veo estos ejercicios, y lo que siento, es un ejercicio de exponer pensamientos, “ahhh, yo hice esto cuando estaba así”. De cierta manera ya no es mío o no me pertenece. Es como estar observando un momento de la memoria. No podría decir que es mío.
¿Y cómo piensas esta idea de lo autoral?
Mientras más anónimo, más invisible sea, mejor para mi ¿Quién lo hizo? ¿Quién hizo esa cosa? Me acomoda ese lugar, porque me permite observar, tranquilamente. Expresiones, gestos, opiniones.
Y en la práctica editorial ¿Cómo es tu relación con las máquinas?
Los utilizo bastante. Me gusta explorar un poco lo digital porque me causa curiosidad y se pueden recrear hartas cosas, si bien no es lo mismo que la manualidad propiamente tal. Hecho de menos eso, en verdad, en lo digital. Pero desde lo digital, trato de distanciarme un poco de la heteronorma que se lleva en el proceso ilustrativo, todo muy plano, los colores, todos siguen un parámetro. No veo mucha diferencia entre ilustradores, la impronta es similar.
Me da la impresión que es un fenómeno de moda, la moda de dibujar digital tiene un estilo particular. Por eso trato de que mis dibujos no sean digital propiamente tal, sino que yo intervengo mis dibujos digitalmente. Siempre me he preocupado de que esté mi impronta manual. Por eso mis dibujos o mis pinturas pueden parecer un poco extrañas, porque normalmente van escaneadas en buena calidad, y ahí yo puedo retocar color, y hasta ahí llego. Pero el dibujo propiamente tal, es diferente. No quiero caer en eso de ser similar, en lo digital.
¿Y el color, la relación entre el color material y el color digital?
Son cosas muy diferentes. Cuando el color sale de mi mano, intento que en el retoque digital se mantenga muy similar, no exagerar, lo más parecido posible. Mi preocupación es eso ante todo, y eso es lo que no me permite pintar digitalmente con toda libertad, porque siento que es como igualarme a los parámetros de tonos preestablecidos, medios brillantes, en RGB. Creo que le puedo dar otra lectura, me gusta este ejercicio de resignificar, a lo mejor, lo digital. Siento que ahí hay mucho trabajo que hacer.
estamos delegando decisiones todo el rato sobre las máquinas…
Es una preocupación bioética. Se ve con toda la fuerza una era tecnológica robótica y no sabemos lo que va a pasar ahí después, es un abismo. Un horizonte que se viene. Un poco de pesimismo ronda, como que se acabó la época humana, seremos seres subordinados, y quizás vamos a estar subordinados.
… el libro igual pudiese ser un espacio para generar estos desasosiego. Siempre pasa, hay lecturas así, o derechamente puede que haya algunos procesos creativos actuando para que las cosas funcionen así ¿por qué no? Es un dispositivo de poder, de dinámicas de control, o de agenciamiento, o también de emancipación… Está la barrera del idioma, lo que no pasa con la imagen.
Pero claro, hay una matriz detrás. Y está en todas partes. Es una cuestión de saberes, pensamientos, hasta espiritual, me perturba un poco. ¿En qué momento empezó? ¿Siempre fue el capitalismo? ¿Cuáles eran las formas anteriores de opresión?, es un abismo.
Hoy con todo esto de la inteligencia artificial, podría pensarse como un_ sujet_ más. La formación de otr_s sujet_s que están escribiendo, o que van a escribir. Ya no es un_ sujet_ humano claramente, sería muy interesante verlo desde ese lado. Quizás la humanidad va a estar en la creación humana de un_ otr_ sujet_ que escribe ¿por qué no pensar lo digital como otr_ sujet_ que también está creando?
Y esto del desasosiego, el libro quizás no solo es para los cariños y afectos, sino también un elemento que tiende a desestructurarnos, cuando un libro en específico llega en cierto momento muy específico de tu vida…
Si, pienso en la filosofía. Esa pega de expresar un pensamiento que moldea mentes, sociedades completas. Cosas que parten de manifiestos, libros chiquititos. Y ahi es cuando uno se pone a pensar que onda la dimensión del libro, el pensamiento que hay detrás del libro, como que piensa solo. Si una persona ya no está, queda la estructura de su pensamiento detrás de un libro. O sea, tú cuando te enfrentas a un libro ¿qué estás viendo? ¿estás viendo la mente de alguien ahí?...
Por eso mi preocupación del por qué pensar las imágenes antes de las letras. Cuando hago mis inventos, esas cosas, en el fondo me siento un poco neutral, porque si alguien lo llegara a ver no creo estar influyendo dentro de esa persona con alguna cuestión, un rollo mental. Porque se está enfrentando a texturas, aromas, sensaciones que pueden ser independientes dentro de él. En cambio un libro que viene con una estructura narrativa, yo lo encuentro más peligroso en ese sentido, ¿sí o no?...
Cómo más unívoca, va cerrando…
Claro, y la imagen ¿qué te hace? como que te expande, te potencia, amplía...
Igual siento que a ese nivel la imagen es más dura, no permite ese trabajo medio total del texto, que con un par de letras o espacios más o menos hace mutar el sentido...
Sí, es mucho más envolvente. Ahora me estoy enfrentando a ese mundo de escribir con rigurosidad académica. La relación que yo hago es igual, exactamente la misma que te impone un cuadro. Cuando me enfrento a un formato de un metro por uno veinte por ejemplo, es el mismo rollo de pensar por dónde parto, qué manchas hago, y es una desesperación constante, porque yo nunca he disfrutado pintar un cuadro. Si se tiene la idea de que pintar es disfrutar, es mentira. Me pasa con el lienzo gigante en blanco, tú haces unas manchas y te empiezas a desesperar porque no hay nada estructurado, y comienzas a percatarte que hay un detalle que se puede trabajar, una esquinita microscópica y te vas centrando ahi, y vas viendo que ya tiene más forma, y te fijas en otro detalle que está en otra esquina y comienzas a armar otro enredo allá. Te alejas y comienzas a ver que se puede trabajar en la otra esquina o en el centro.
Al escribir me pasa exactamente lo mismo, una cosa desesperante. Por eso para mi no es tan complejo pensar que la escritura, en esos términos, es también un proceso creativo que pasa por esa etapa de desesperación y frustración, que ya no quiero saber nada, igual que con un mural, y sobre todo cuando se trata de abstracciones, porque la abstracción se piensa que solo es poner manchas, pero en realidad te estás preocupando de los equilibrios, las armonías que hay detrás, algo que tenga una correlación en términos de gama, texturas, y es casi intuitivo cuando te das cuenta que algo está listo. Y escribir es casi lo mismo. Cambian los códigos pero el ejercicio es el mismo.
Y me pasa siempre. Esa sensación de angustia, de ver la hoja en blanco, que parte por una idea y después al rato la cambias, es la misma dinámica que pintar. Ninguna persona que conozco me ha dicho que está contenta con lo que está haciendo. La pintura siempre es fracaso, siempre hay depresión detrás, ganas de romperlo, de quemarlo. Pueden pasar meses en que no retomo una pintura porque no, porque no está bien. Y al tiempo después vuelvo a ella con otra postura. Lo puedo arreglar. Pero es intuitivo, es pura intuición. Al escribir es similar, muy similar la sensación.
En este sentido, a una persona que desconoce los procesos creativos de la imagen quizás le es difícil entender qué le pasa cuando se enfrenta a un texto escrito. Emerge una desesperación brutal. Yo tengo un punto de anclaje que me dice que al final igual voy a resolver el cuadro, tarde o temprano, me demore años o meses, igual voy a resolver el mural ¿y cuándo se que ya está resuelto? cuando no tengo conflictos con él, cuando estoy en paz con el cuadro. No hay nada más que hacerle, está listo, y pudiese estar la mitad blanca sin trabajar y el otro lado muy compensada ¿qué importa? está listo.
¿Alguna vez has escrito poesía?
Si, y mi forma de poesía está muy asociada al haiku japonés, lo que escribo no sobrepasa unas frases o un par de palabras. Trato de que mis pinturas sean desde esa calidad media sutil. Ahora estoy eliminando el exceso de elementos, incluso pensando cuadros medios monótonos, minimalistas, igual me gusta harto. Pero cuando genero mis libritos, no soy capaz de generar esa sutileza. Mi carga de recolección es superior que darle respiro al libro. Trato de inventar mis letras, mis códigos, mis sistemas de mensajes secretos.
Es como una máquina la que inventas...
Si, el libro tiene un aura, inseparable al humano en cierto punto igual. Pero claro, hoy con todo esto de la inteligencia artificial, podríamos pensarla como un_ sujet_ más. La formación de otr_s sujet_s que están escribiendo, o que van a escribir. Ya no es un_ sujet_ humano claramente, sería muy interesante verlo desde ese lado. Quizás la humanidad va a estar en la creación humana de un_ otr_ sujet_ que escribe ¿por qué no pensar lo digital como otr_ sujet_ que también está creando?